CAP. 65 VERDAD DOLOROSA…
Cuando los chicos sintieron que
sus pies tocaban piso, abrieron los ojos. Les tomó unos segundos adaptarlos a
la oscuridad reinante. Sam había dirigido el traslado, y había procurado
aparecer lo más cerca posible de su destino final. Sin embargo, al igual que
los demás tardó unos segundos en adaptar su visión.
-
Síganme -- dijo Mael y tomó la mano de Sam
-
¿A dónde? -- preguntó Gail
-
La única edificación que veo, está en la dirección que los estoy
guiando -- contestó él
-- No hay nada más por aquí.
Una vez que sus ojos se habían
adaptado a la oscuridad, pudieron divisar un punto de luz.
-
¿Qué lugar es ese? -- preguntó Danny
-
El Orfanato -- contestó Sam
-
¿Orfanato? -- preguntó Gail
-- Imagino que estarán felices de
recibir seis chicos más -- concluyó en forma irónica
-
Descuida, nos recibirán y estaremos a salvo hasta que vengan por
nosotros -- aseguró Sam
Llegaron a la reja y Sam tiró de
la campana, pero el tiempo pasaba y nadie acudía.
-
Sabes qué hora es ¿no? -- dijo Diandra al ver que Danny comenzaba a
exasperarse -- Son casi las cuatro de la mañana.
-
Ya lo sé, Di
-
Ya vienen -- advirtió Mael
Unos segundos después apareció
una religiosa, colocándose un abrigo sobre los hombros. Estaban acostumbradas a
escuchar la campana a aquellas horas tan desusadas, ya que eran las preferidas
de los que abandonaban criaturas a las puertas del Orfanato. De modo que se
apresuró tanto como pudo en salir de la cama, pensando en recoger lo antes
posible a la pobre criatura que seguramente habían dejado en la puerta. Su
sorpresa fue mayúscula al ver al pequeño grupo de chicos que se agolpaba a las
puertas.
-
Buenas noches -- saludó con voz pausada, a pesar del
asombro -- ¿Qué los trae por aquí a estas horas niños?
-
Buenas noches hermana -- saludó Sam
-- Necesitamos ver a la madre
Cecilia.
Mientras decían esto, la mujer
había estado quitando los pasadores y les abría la reja.
-
Comprendo hija, pero como verás es una hora inapropiada para
despertarla -- le dijo
-- Pueden pasar, les acomodaré en algún sitio, y apenas la
madre se levante le informaré de su presencia.
Sam sacó unas cuentas
rápidas. Diandra había dicho que eran
las cuatro de la mañana, y ella sabía perfectamente, que la madre se levantaba
alrededor de las cinco, para estar preparada a asistir a la ceremonia religiosa
matutina. De modo que decidió no insistir, y se dejaron conducir al salón que
servía como área de recreo a los niños.
-
Pueden esperar aquí. Haré que
les traigan algo caliente.
-
Gracias hermana.
Sam inspeccionó el lugar, y se
alegró de comprobar que lo que le había prometido Giulian, se había cumplido.
El salón había sido ampliado, y ahora se veía mucho más alegre. Había muchos
juguetes, juegos de mesa, y estaba pintado con graciosos dibujos. Los chicos también
lo miraban todo con curiosidad, especialmente algunos de los juguetes.
-
Siempre me imaginé los orfanatos, como lugares grises y tristes --
dijo Aderyn
-
Yo también -- agregó Diandra
-
Normalmente son así -- les dijo Sam
-
Al menos no creciste en un lugar tan terrible --
opinó Aderyn
-
Yo no crecí aquí -- les aclaró
-- el orfanato donde yo viví, era
tal y como se lo imaginan. El color reinante era el gris, desde las paredes,
hasta los uniformes que nos veíamos obligados a vestir. La tristeza era el sentimiento
más común, y ciertamente no teníamos un lugar como este.
La pequeña tranquilidad que
Danny había comenzado a sentir, al imaginar que su hermana no lo había pasado
tan mal como él imaginaba, rodó al escucharla decir aquello.
-
Y tampoco nosotros tendríamos un lugar así, de no ser por la
generosidad de tu padrino y de tu tutor
-- escucharon que decía alguien
Sam se volvió y vio la sonrisa
de la madre Cecilia. Corrió y la mujer la recibió con los brazos abiertos. Tras
ella venía otra monja, a quien reconoció como la que les había servido de guía
a sus acompañantes la vez anterior. La mujer la saludó con especial cariño y
luego de depositar una bandeja, con humeantes tazas de chocolate, sobre la
mesa, le preguntó por los demás. Luego de esto, Sam procedió a las
presentaciones.
-
Él es Danny, mi…
-
¡Jesús Bendito! -- exclamó la hermana mientras miraba a los
chicos con asombro
-
Tu gemelo -- dijo la madre Cecilia sonriéndole --
Realmente son dos gotas de agua.
-
Pero yo soy más simpático
-- dijo Danny mientras le
extendía la mano a las mujeres y les guiñaba un ojo
-
¡Ja! Ni volviendo a nacer
-- murmuró Diandra, de modo que
solo Gail y la hermana que estaba casi a su lado pudieron escucharla
-
Ellas son Aderyn y Diandra McKenzie, nuestras amigas y compañeras de
clase --
y la niñas también saludaron -- este individuo --
dijo tomando a Gail por el brazo
-- es Gail Natchzhrer, el hijo de
mi tutor -- Gail sonrió a las religiosas mientras saludaba -- y
éste --
dijo por último tomando de la mano a Mael -- es
Mael Berserker, nuestro amigo y compartimos el mismo tutor.
-
Vaya -- dijo la madre Cecilia -- veo
que el señor Natchzhrer siente especial cariño por los niños.
-
Es una de las personas más maravillosas que he conocido --
aseguró Sam
-
Estoy segura de ello -- acordó la madre --
Samantha, aunque me complace mucho verte de nuevo, supongo que una
visita a estas horas, debe obedecer a un motivo muy especial.
-
Lamentamos mucho haber llegado de esta forma --
intervino Danny de inmediato
-- no teníamos intención de
molestarlas o alterar en nada…
-
Tranquilo Danny -- lo interrumpió ella -- Ni
molestan, ni alteran nada. Tanto Samantha, como sus parientes y amigos, siempre
serán bienvenidos aquí. Si lo preguntó es con el fin de serles más útil, en
caso de necesitar algo en particular.
-
Sí madre, obedece a un motivo específico, y…
Pero se vio interrumpida por la
llamada de las campanas, anunciando la misa matutina. Sam miró a la madre, resignada
a hablar con ella más tarde.
-
Te aseguro que Dios no me tendrá en cuenta, el hecho de que me salte
una misa -- le dijo sonriente --
Acompáñame, y ustedes están en libertad de recorrer las instalaciones,
espero se sientan como en casa. Aunque debo advertirles que pronto todo se
llenará de bulliciosos chicos.
-
Entonces sin duda nos sentiremos en casa -- le
dijo Mael
-
Danny, ven con nosotros -- dijo Sam, para sorpresa de la madre, aunque
nada objetó -- Mael
vigila que Gail no haga ninguna barbaridad delante de los niños
Mael la miró, y sonriéndole le
hizo un gesto para hacerle saber que había captado el mensaje. Sam y Danny
acompañaron a la madre hasta su despacho y una vez dentro, ésta los miró a
ambos.
-
Samantha, en tu anterior visita no quise hacer más preguntas de las
estrictamente necesarias -- comenzó
-- pero es claro para mí, que en
tu vida hay mucho más de lo que me dijiste. No pretendo que digas algo que no
puedas decir, pero sí quiero que tengas presente, que sea cual fuere el problema
que tengas, puedes confiar en mí.
-
Lo sé madre, por eso estamos aquí
-- le dijo y al mismo tiempo -- Descuida, realmente podemos confiar en ella --
esto obviamente, se lo dijo a Danny al ver la preocupación del chico
Sam comenzó el extraño e increíble
relato de sus orígenes, pasando por las circunstancias, ahora más detalladas,
de las razones que llevaron a sus padres, y posteriormente a su tutor, a
dejarlos en un Orfanato. La madre Cecilia era una oyente excepcional, no
interrumpió su narración, sino en contadas ocasiones y solo para aclarar alguna
duda.
-
Sé que es posible que no crea todo lo que le estoy contando, pero le
aseguro que no le estoy mintiendo
-- dijo Sam
-
Sé que no lo estás haciendo Samantha, y no hay razones para que no te
crea --
le aseguró
-
No he olvidado lo que decía la hermana Teresa --
continuó Sam -- ella pensaba que la magia no existía y que de
existir, por fuerza debía ser algo malo.
-
Querida niña, todos tenemos derecho a sustentar nuestras opiniones,
pero eso no las hace verdades absolutas. Tal vez pertenezcamos a dos mundos
diferentes en su forma, pero en el fondo no son tan distintos, en ambos hay
maldad y hay bondad. En cuanto a la magia, según como yo veo las cosas, y
podría estar equivocada, naturalmente,
creo que es un puente entre lo real y lo irreal. Entendiéndose como
real, aquello que conocemos, e irreal aquello que no es ajeno. Has tenido el
privilegio de conocer ambos mundos, quizá ninguno de los dos te haya mostrado
su cara más amable en tus primeros años, pero ya que has sido escogida para
pertenecer a ambos, aprovecha lo mejor de ellos. Confío en que el Dios de mis
creencias, al igual que los de las tuyas, te depare un mejor futuro.
La chica le sonrió agradecida y
aliviada. La madre se quedó mirando a Danny un rato y luego sonrió.
-
Puedes estar tranquilo jovencito, su secreto está a salvo conmigo, así
que ya puedes quitar esa cara de preocupación
-- le dijo y él se sintió muy
apenado
-
Disculpe, pero es que… -- intentó disculparse
-
Descuida, es posible que no entienda muchas cosas de su mundo, pero sé
perfectamente cuando es de vital importancia mantener ciertos asuntos en
secreto -- le aseguró
-- Y pueden quedarse el tiempo
que estimen prudente o sea necesario.
Los chicos agradecieron y
salieron en compañía de la religiosa, rumbo al comedor. Habían consumido casi
toda la mañana en el relato y las explicaciones, y ciertamente el estómago de
Danny comenzaba a reclamar ruidosamente por la falta de alimento. A medida que
se aproximaban al comedor, el alboroto fue en aumento. Una joven novicia, que
se acercaba corriendo por el pasillo, se detuvo en seco al ver a los gemelos.
-
¿Sucede algo? -- preguntó la madre Cecilia, pero la chica
seguía mirando a los gemelos -- ¿Hermana?
-
¡Oh! Lo siento madre -- se disculpó la chica enrojeciendo, para
regocijo de Danny -- Me enviaron a avisarle que el almuerzo está
por servirse, y querían saber si nuestros visitantes -- y
miró de nuevo a los chicos -- acompañarían a los demás.
-
Gracias hermana, ya nos dirigíamos hacia allá.
En cuanto Sam hizo su entrada,
los niños corrieron hacia ella. Todos se esforzaban por hacerse escuchar, y a
duras penas Sam pudo entender dentro de aquel escándalo, que estaban muy
contentos de verla de nuevo y agradecidos por lo que habían hecho Giulian e
Iván por ellos. Gerald, Johny y Peter, los chicos del accidente de aquel día,
preguntaban ansiosos por los Arzhaelíes, y Sam tuvo una punzada de dolor.
Aunque les aseguró que estaban muy bien, realmente sentía terror de que algo
les hubiese sucedido. Sin embargo, se tranquilizó diciéndose que si así fuese,
ella ya lo sabría.
El almuerzo fue tan ruidoso como
Sam recordaba el anterior, pero en esta ocasión sintió mucha preocupación,
porque mientras Mael, Danny y las McKenzie, entretenían a los pequeños, Gail,
que de ordinario habría sido el más alborotador, estaba silencioso y su
participación fue muy escasa. No es que no supiese la razón, sino que pensaba
en la mejor forma de enfrentarlo.
Una vez finalizada la ruidosa
comida, pasaron al Salón de juegos. La madre Cecilia les ofreció a los chicos
ir a descansar un poco, debido a la agitada noche que habían tenido, pero ellos
declinaron la oferta prefiriendo quedarse con los pequeños, lo que los
convirtió automáticamente en héroes para ellos.
Pero mientras jugaban y conversaban con los niños, súbitamente una
conocida bola de luz se hizo presente entre ellos, y a continuación la figura y
la voz de Iván se dejó sentir.
-
Todos bien, no se preocupen
y quédense donde están. Iremos por
ustedes, tan pronto como sea posible.
Los niños los miraban con
curiosidad porque de pronto todos se habían quedado callados, o se habían
interrumpido en medio de alguna frase. Naturalmente ellos no habían podido ver,
ni escuchar nada, pero la madre Cecilia los miró con expresión interrogante.
-
¿Todo bien?
-
Sí, madre -- respondió Sam
-- todo bien.
-
Me alegro -- le dijo ella y luego se retiró a sus
obligaciones.
Al final de la tarde, varias
hermanas fueron por los niños, ya que estos tenían que ir a probarse sus ropas,
porque al día siguiente, domingo 23 de abril día de San Jorge, la celebración de la misa sería especial. A
pesar de que los niños insistieron en que los acompañaran para que viesen sus
ropas nuevas, Sam les dijo que preferían vérselas al día siguiente para no
arruinar la sorpresa. Pero en realidad lo que querían era quedarse a solas con
Gail, ya que todos habían reparado en su estado de ánimo.
Una vez que tuvieron el Salón
para ellos solos, se volvieron hacia l chico.
-
Dejen de mirarme de ese modo
-- les dijo -- no
estoy muriendo.
-
No se diría, por tu aspecto
-- dijo Diandra con su habitual
forma de dirigirse a ellos
-
Gail, sabemos cómo debes estar sintiéndote, de modo que… --
comenzó Aderyn
-
¿Ah sí? -- la interrumpió él -- Me
imagino que sobre todo tú Aderyn. Dime ¿tienes un padre que se ha pasado la
vida mintiéndote? O tal vez tienes una “adorable y tierna” madre, que no solo
te abandonó, sino que aparte de darte el cariñoso calificativo de “engendro”,
acabas de descubrir que forma parte de
las filas de un maniático asesino, que traicionó a su familia y a sus amigos,
y que no habría tenido ningún
inconveniente en rebanarte el cuello, para cumplir con los deseos del muy
bastardo al que sirve.
A medida que hablaba su voz
había ido adquiriendo velocidad y volumen. Pero cada una de las palabras
dichas, se habían clavado dolorosamente en el corazón de Sam, que podía sentir
el sufrimiento que encerraban. Sin embargo, era consciente que Gail necesitaba
dejar salir todo aquello, para que posteriormente tuviese oportunidad de sanar
esas profundas heridas. Así se lo hizo saber a Danny y a Mael, para que no lo
interrumpiesen, y habría deseado poder comunicárselo a Aderyn y a Diandra, pero
confiaba en que sus instintos se lo indicaran. No obstante, y para su sorpresa,
captó la mirada de Diandra y pudo ver con toda claridad que la chica pensaba “De acuerdo, lo entiendo”. Más no tuvo
tiempo de detenerse en aquello, porque Gail volvía a hablar.
-
Me vi obligado a crecer con un padre al que veía algunos fines de
semana, y algunas vacaciones. Porque tanto él, como mis únicos parientes vivos,
estaban muy ocupados salvando al mundo. Me negaron la posibilidad de llevar mi
propio nombre, y las personas a las que consideré mis abuelos, aunque no lo
eran y me brindaron el amor y los cuidados que mi propia sangre no podía, me
fueron arrebatados de forma cobarde y miserable, y tengo pocas dudas sobre
quien lo hizo. No Aderyn, dudo mucho que tengas ni siquiera una idea cercana de
cómo puedo sentirme. Y te agradecería mucho, que dejarás de mirarme con esa
expresión de lástima.
La chica se sintió
verdaderamente apenada. Sabía que Gail tenía toda la razón, al reclamarle por
creerse en la capacidad de saber cómo se podía sentir, pero se equivocaba al
pensar que era lástima lo que estaba sintiendo, porque en realidad lo que
sentía era un profundo dolor por todo lo que le estaba sucediendo a él. Sin
embargo, fue Mael quien lo puso en palabras.
-
Tienes razón en cuanto a que no
sabemos cómo te sientes, Gail. Pero te equivocas, porque no es lástima lo que
sentimos.
-
No soy ciego Mael.
El hecho de que lo llamase por
su nombre, ya resultaba insólito y era clara muestra de lo mal que se
encontraba, ya que muy rara vez lo había llamado de otra forma que no fuese
“cachorro”. Danny y Diandra, que no se habían caracterizado nunca, por ser
suaves, reaccionaron de forma muy parecida.
-
El que debe dejar de sentir lástima por sí mismo eres tú -- le
dijo la chica
-
¡Cállate Diandra!
-
¡Hey! -- lo detuvo Danny --
Ella tiene razón, y aunque no sea agradable, es hora de que escuches
verdades. Aquí el único que está sintiendo conmiseración por sí mismo eres tú.
De acuerdo en que no es una bonita historia, ni llena de amor maternal, pero
tampoco es el fin del mundo. Y tal y
como me dijeron a mí en su momento, te recuerdo que no eres responsable por lo
que hagan los demás. En cuanto a tu
padre, me parece que estás siendo injusto, al menos tú tuviste un padre al cual
ver, aunque fuese poco, amigo.
Las últimas palabras tenían una
nota dolorosa, que no pasó desapercibida a nadie. Sin embargo, Gail que poseía entre otras cosas, la terquedad de
los Cornwall, siguió mostrándose intransigente.
-
Pero no tenía que haber sido así
-- insistió -- soy
su único hijo, no tenía derecho a hacerme a un lado. No le importó dejarme sin
la única familia que me quedaba. No le importó mentirme. ¿Y todo para qué?
¿Para qué ahora viniera mi “querida madre”, a la que gracias a sus mentiras
creía muerta, a echarme en cara su abandono? O tal vez solo le interesaba jugar
al héroe.
Aderyn lloraba en silencio,
mientras que Diandra, menos dada a las lágrimas, miraba con expresión de
desagrado a Gail, pro no por él, sino que se preguntaba cuánto más daño y
destrucción tendría que soportar, cortesía de Nurión. Con todo, pensó que Gail
necesitaba una sacudida, para que se diera cuenta del maravilloso padre que
tenía.
-
Pienso que Iván no juega al héroe, sino que en realidad lo es, solo
por el hecho de tener que soportarte
-- le dijo en tono sereno --
Eres tan arrogante como Douglas, pero desagradecido como tú solo.
-
Gail -- intervino Mael --
haciendo un gran esfuerzo, puedo llegar a entender que te sientas así, pero
estoy de acuerdo con ellos. Como bien
sabes, yo no tuve hermanos pero ustedes lo son, no solo por el cariño que nos
une desde hace siete años, sino porque de no haber sido por Iván, yo ni
siquiera tendría un hogar, o tal vez sí, pero no a lado de las personas que
amo.
Cuando Mael hizo silencio, Sam
se aproximó a Gail y se paró en frente de él.
-
Como dijo Mael, podemos hacer un gran esfuerzo para entenderte, y
requerimos de ese esfuerzo, porque por mucho que hayamos sido testigos de lo
sucedido, nunca podremos decir que “sabemos” cómo te sientes -- le
dijo --
Pero piensa Gail, mira cómo estamos justo ahora. Imagínate cómo pudieron
haber estado las cosas en aquel entonces. Nuestros padres muertos, Giulian
desaparecido, Sabrina muerta también y tu madre absorbida por Bastian ¿Qué
habrías hecho tú? ¿Le habrías dado la espalda a tu raza para ir a esconderte? -- le
preguntó -- Perdóname pero aunque me lo juraras, no te
creería ¿Y sabes por qué no lo haría? Porque eres el hijo de Iván Natchzhrer, y
jamás permitirías que alguien como Bastian O’Neill, siguiese cometiendo
asesinatos impunemente, ni actos de extrema barbarie y crueldad como los
cometidos con Giulian. Porque por tus venas corre la misma sangre del hombre
que se niega a hacerse el ciego ante la injusticia. El hombre capaz de
renunciar a todo, para luchar contra ese estado de cosas. El hombre que te ha amado
tanto, como para renunciar a estar a tu lado todos los días, por la posibilidad
de que vivas en un mundo mejor -- hizo una pausa y lo miró -- Yo
no conozco al hombre que describiste anteriormente, yo conozco es al hombre
desinteresado y leal, al hombre capaz de amar más allá del amor. Al hombre que
nos ha brindado el hogar que Bastian nos arrebató. Al que nos ha dado la
oportunidad de tener unos hermanos maravillosos como tú y como Mael. Ese es el
hombre al que yo conozco. Puedo entender tu dolor, pero no lo juzgues desde ese
dolor --
se detuvo un momento y tomó las manos de Gail --
Bastian se encargó de dejarnos sin nuestros padres, pero la vida nos
premió con uno como Iván. Sé que en realidad lo amas y estás orgulloso de él,
porque si no fuese así, me sentiría sumamente decepcionada y no serías la
persona que creo conocer, si no estás tan orgulloso y no lo amas como lo
hacemos nosotros.
En cuanto ella hizo silencio, el
dique que con tanto esfuerzo retenía las lágrimas de Gail, cedió y éstas se desbordaron.
Sam lo abrazó y él se refugió allí tratando de contener todo aquel dolor,
aquella rabia, y aquel deseo de venganza en contra de quien les había hecho
todo aquello.
-
Llegará el momento Gail -- el dijo ella sabedora de lo que él
pensaba -- pero piensa primero en desechar esas ideas
acerca de Iván. Todo lo que se vieron obligados a hacer, todo lo que se vieron
obligados a callar, tanto tus tíos, como él, fue en beneficio de tu propia
seguridad y futuro.
-
Eso es cierto.
Aquella voz los había sorprendido
haciendo que se volvieran, y sus ojos tropezaron con los cuatro Arzhaelíes que
los miraban desde la puerta.
Mientras que todos los chicos
corrieron hacia ellos, Gail se quedó clavado en el piso y cerrando los ojos,
bajó la cabeza preguntándose desde cuándo estaba su padre allí, y si había
escuchado todo su venenoso discurso. Pero cuando finalmente tuvo el valor de
abrirlos, encontró a Iván frente a él con los ojos llenos de lágrimas. Ya se
sentía bastante mal, sin necesidad de
ver a su padre llorando por su estupidez.
-
Perdóname hijo -- dijo Iván antes de que Gail lograse hilvanar
un pensamiento coherente para expresar su arrepentimiento --
habría preferido morir, antes que causarte este enorme dolor. Te juro
que de haber sido posible, nunca te habría alejado de mí. Entregarte a aquellas
personas, por muy buenas que fuesen, y por mucho que supiese que estarías a
salvo, fue la cosa más dura que me ha tocado hacer jamás. Mi corazón se hizo
pedazos el día que tuve que dejarte, pero me juré que si había tenido que pasar
por ese dolor, quien había sido el responsable del mismo, y de tantos otros,
tendría en mí a uno de sus peores enemigos, y que no descansaría hasta librar
al mundo de ese mal nacido. Tal vez haya sido demasiado arrogante al adjudicarme
esa tarea, pero no podía permitir que un sujeto como ese, siguiera robándole el
futuro no solo a ti, sino a todos
-- hizo una breve pausa antes de
continuar -- Nunca quise mentirte, pero juzgué tal vez
equivocadamente, que manteniéndote
alejado de una verdad tan espantosa, te protegía también a nivel emocional,
pero olvidé que una mentira, sea cuales fueren las intenciones al decirla,
nunca puede ser mejor que la verdad. Porque la verdad puede doler una vez y por
un tiempo, pero las mentiras dolerán cada vez que sean recordadas. Entiendo que
no puedas perdonarme por lo que hice, pero al menos intenta entender que lo
hice en nombre del amor.
Gail sentía que si su padre
decía una sola palabra más, su corazón se abriría a la mitad. Pero no siendo
capaz de decir nada, simplemente lo abrazó y lloró como un niño pequeño.
Después de vario minutos de llanto incontrolado, fue que pudo levantar la cabeza
-
Perdóname papá, no quise decir nada de eso
-
Aunque así haya sido, ya estabas perdonado antes de decirlo.
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